Sentimiento Fuerte 89

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  • en respuesta a: Trabajo con Santería Cubana #61377

    El amor de mi vida fue Miguel. Desde que nos conocimos hace tres años, construimos una vida juntos llena de amor, esfuerzo y compartir cada pequeño placer de la vida. Pero ese mundo se desmoronó un día fatídico cuando Miguel enfermó inesperadamente. A pesar de los tratamientos, luchamos contra la adversidad, pero finalmente, la enfermedad ganó y lo perdí.

    Los días posteriores a su partida fueron oscuros. Era como si una sombra negra hubiera cubierto mi existencia. La soledad me apresaba, y aunque muchas personas intentaron ofrecerme su apoyo, sentía que ninguna palabra podía llenar el vacío que Miguel había dejado. Pasaba horas revisando fotos y tratando de recordarlo tal como era, pero el dolor era abrumador.

    En un momento de desesperación, escuché de las prácticas de Mariela Gauna, una santera que tenía la fama de ayudar a las personas a recuperar su amor perdido a través de rituales. Aunque era escéptico, decidí darle una oportunidad. Tal vez, si había una chispa de esperanza, era el momento de buscarla.

    La primera vez que visité a Mariela, me sentí en un lugar sagrado. Ella me recibió con brazos abiertos y me invitó a sentarme. Escuchó mi historia con una atención genuina y empatía que rara vez encontré en otros. Me presentó a su altar y me habló de la importancia de las energías que nos rodean y cómo, a veces, el cariño puede perderse en el camino de la vida.

    Durante el ritual, Mariela iluminó velas y rezó en voz baja, mientras me guiaba en una meditación. Recuerdo que en ese instante, sentí energía fluir a través de mí, como si estuviera conectándome con Miguel de una manera que nunca creí posible. En la penumbra de la habitación, vi destellos de su sonrisa y sentí su risa resonar en mi corazón.

    Los días siguientes al ritual fueron distintos. Empecé a percibir pequeñas señales: una mariposa en el jardín, una melodía que tocaban en el radio, incluso risas compartidas en las calles que me hacían pensar en Miguel. Comencé a encontrar consuelo y, poco a poco, el amor que creía perdido empezó a resurgir en mí. Aunque Miguel físicamente no estaba, su esencia se manifestaba en esos momentos simples de belleza.

    Mariela me ayudó a comprender que el amor no desaparece; solo se transforma. Aprendí a honrar la memoria de Miguel, a llevar su amor en mi corazón. A través de su enseñanza, me di cuenta de que siempre podríamos reencontrarnos en un nivel más profundo. Los rituales no solo me ayudaron a recordar, sino también a sanar y seguir adelante, llevándolo conmigo a cada paso del camino.

    Ahora, mi vida no es la misma. Sigo adelante, recordando a Miguel con una sonrisa y conectándome a su esencia cada vez que miro al cielo. Gracias a Mariela, entendí que aunque la pérdida duele, el amor verdadero jamás desaparece; se convierte en un puente hacia nuestra propia sanación y felicidad.

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