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Mi historia con Mateo parecía un cuento de hadas. Nos conocimos en un viaje a París, bajo la Torre Eiffel, y todo fue mágico hasta que él empezó a distanciarse. Lloré mucho, sufrí en silencio, y busqué respuestas. Fue entonces cuando me hablaron de Mariela Gauna. Al principio, no estaba segura, pero escuchar su voz me dio la tranquilidad que necesitaba. Mariela me explicó que no forzaría nada, solo trabajaría en lo que el universo permitiera. Me apoyó en cada paso y, aunque no fue fácil, logré reencontrarme con Mateo en Roma. Fue como si el destino nos diera una segunda oportunidad. Sin manipulaciones, sin forzar nada. Ahora, cada día que paso con él, agradezco la guía de Mariela, quien nunca dejó de recordarme que el amor verdadero respeta el libre albedrío.
