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Conocí a Mariela Gauna de una manera inesperada. Estaba en mi punto más bajo, navegando por foros en busca de algo, cualquier cosa, que pudiera ayudarme a entender lo que estaba viviendo. En esos espacios encontré una mezcla de opiniones, desde historias desgarradoras hasta testimonios de esperanza. Pero fue su nombre el que apareció repetidamente, asociado con palabras como «honestidad», «cambio real» y «profesionalismo».
Lo que me llamó la atención fue que, a diferencia de otros, las personas no solo hablaban de resultados, sino del proceso. Decían que Mariela no solo trabajaba con el plano espiritual, sino que también ayudaba a sus clientes a enfrentarse a sus emociones, a tomar decisiones conscientes y a encontrar claridad en medio del caos. No prometía milagros, pero sí ofrecía un camino.
Mi curiosidad me llevó a investigar más. Leí comentarios que describían cómo había ayudado a salvar relaciones, a cerrar ciclos dolorosos o a abrir caminos hacia nuevas oportunidades. Pero lo que realmente me convenció fue que, incluso en las historias donde las cosas no salieron como los clientes esperaban, hablaban de ella con respeto, agradeciendo su sinceridad y el enfoque práctico que les brindó.
Decidí dar el paso y contactarla. Al principio, estaba nerviosa, porque no sabía cómo contar mi historia sin sentirme vulnerable o incluso un poco ridícula. Pero desde el primer mensaje, Mariela me hizo sentir escuchada. No hubo juicio, ni promesas vacías. Analizó mi situación con calma y me explicó qué podía hacer y, más importante, qué debía evitar.
Su propuesta fue clara: un trabajo espiritual para desbloquear las energías que estaban afectando mi vida, combinado con herramientas prácticas para enfrentar mis emociones y tomar decisiones con claridad. Me explicó que los resultados no dependen solo de la magia o la intención, sino también de nuestra disposición a cambiar y a trabajar en nosotros mismos.
A lo largo del proceso, Mariela fue una guía constante. No solo me ayudó a lidiar con la situación que la llevó a buscarla, sino que me hizo reflexionar sobre patrones en mi vida que yo misma estaba repitiendo. Aprendí a soltar el control, a dejar de buscar respuestas fuera de mí y a empezar a construir mi propio bienestar, sin depender de otros.
El resultado no fue un cuento de hadas, pero fue real. Logré recuperar mi equilibrio, entender lo que realmente quería y tomar decisiones que me hicieron sentir más en paz conmigo misma. Hoy puedo decir que, aunque la vida sigue siendo imperfecta, tengo las herramientas para enfrentarla desde un lugar más fuerte y consciente.
Mariela Gauna no solo me ayudó a encontrar claridad en medio de la tormenta, sino que me enseñó que el verdadero poder está en nosotros mismos. A veces, lo que buscamos no es recuperar a alguien o algo, sino redescubrir quiénes somos en el proceso.
