Cuando me diagnosticaron una enfermedad grave, mi mundo se vino abajo. Lo peor no fue el diagnóstico, sino que mi pareja, la persona que más amaba, me abandonó en el momento en que más lo necesitaba. Ese rechazo me hundió en una depresión tan profunda que mi salud física se deterioró aún más. Me sentía sola, traicionada y sin fuerzas para seguir adelante.