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No mirar el reloj una y otra vez, como si, al hacerlo, pudiera detener el tiempo. Es irónico, porque en este estado de desesperación, el tiempo se siente como un enemigo. La vida continúa su curso, ajena a mi sufrimiento. Ya han pasado varios meses desde que todo se desmoronó, pero la herida sigue abierta y sangrando. Cada día me despierto sintiendo un vacío inmenso en el pecho, una sensación de desolación que me aplasta.
Cuando me enteré de que estaba embarazada, sentí que el mundo se iluminaba. Su mirada estaba llena de emoción y promesas. Recuerdo que tocó mi vientre con ternura y me hizo soñar con un futuro brillante. Pero todo eso se desvaneció de un golpe cuando decidió irse, dejando un rastro de humo y cenizas. A veces aún puedo oír su voz diciéndome que todo iba a estar bien, que seríamos una familia. Pero ahora no es más que un eco lejano.
El día que me dejó, su anuncio me golpeó como un balde de agua helada. Estando yo embarazada de seis meses, su frialdad fue devastadora. Me abandonó por otra. No podía entender cómo podía dejarme sola en este momento en el que más lo necesitaba. La soledad se encerró conmigo en la habitación. Me quedé mirando donde solía sentarse, y las lágrimas comenzaron a brotar. No hay nada más doloroso que el amor que se apaga de forma abrupta.
Desde entonces, he estado bañada en un mar de tristeza. La depresión me envolvió en su abrazo helado. He probado todo lo que se me ha ocurrido para recuperarlo. Lo llamé incessantemente, dejé que mis dedos recorrieran su nombre en mi teléfono, pero solo me hallé con el eco del silencio. Ahora está bloqueado en WhatsApp, en las redes sociales, en cada rincón de mi vida donde solía estar. Cada “visto” con el que antes me deleitaba se ha convertido en un recuerdo doloroso.
El desespero me llevó a crear una cuenta falsa en las redes sociales solo para poder verlo. Me siento como una intrusa, pero no puedo evitarlo. Cada vez que reviso con esa cuenta, siento un torbellino de emociones al ver sus fotos con ella, sonriendo y disfrutando de lo que alguna vez fue mío. La incertidumbre se mezcla con la tristeza, y la idea de que lo podría haber recuperado se torna en cenizas.
He intentado recurrir a la ayuda de videntes que prometían cambiar mi destino. Lo hice con la esperanza de encontrar una solución, pero en lugar de eso, me estafaron. He gastado dinero en rituales y amarres que nunca funcionaron, y al final, no solo terminaba decepcionada, sino también más sola y expuesta. Mi desesperación por el amor me llevó a lugares oscuros, y ahora me siento como una tonta por haber creído en sus promesas vacías.
Las redes sociales se han vuelto un campo de batalla emocional. Me torturo mirando sus publicaciones, sus risas cómplices, mientras una parte de mí se hiere a sí misma por el dolor. Cada publicación suya me roba un poco más de aliento. Estoy atrapada en un ciclo de sufrimiento que parece inquebrantable, y mis intentos de volver a la normalidad son constantemente saboteados por estos recuerdos y la realidad de su nueva vida.
Mis días son una rutina interminable de vacío. Me despierto y me encuentro nuevamente en el mismo ciclo de preguntas sin respuesta. ¿Cómo pudo dejarme en este momento? ¿Por qué no luchó por mí? Los recuerdos de su abrazo, su risa, me invaden y todo se convierte en un espiral de dolor. Mi familia, que siempre ha tenido dificultades para comprender mis emociones, se alejó. No hay apoyo, solo el peso de una vida que avanza y me ignora.
La ansiedad se ha convertido en mi compañera constante. A veces me despierto en medio de la noche, mi corazón latiendo descontrolado, y no sé si es por el miedo a perderlo o la angustia de lo que está pasando en mi vida. Quiero gritar, quiero que alguien escuche mi súplica. Pero mi mundo se ha cerrado, y el silencio grita más que mis palabras.
Sin embargo, en medio de tanta oscuridad, he empezado a ver una luz tenue. Hace poco, decidí buscar ayuda de nuevo, pero esta vez de una manera diferente. Encontré a Mariela Gauna, una vidente que no solo es ética y moral, sino que, lo más importante, no me prometió resultados mágicos ni ilusorias soluciones. Desde el primer momento que hablamos, supe que estaba en buenas manos. Era sensata y racional al explicarme el ritual que íbamos a realizar, lo que me dio una sensación de seguridad y apoyo que tanto necesitaba.
Ahora, por primera vez en mucho tiempo, estoy comenzando a sonreír de nuevo. Mientras seguimos con el ritual, he comenzado a notar cambios en su actitud. He oído rumores de que él ha intentado buscarme, que ha preguntado por mí a personas en común. Esto es algo que nunca hizo desde que se fue. Mi corazón late un poco más rápido al pensar que tal vez, solo tal vez, podría haber una esperanza de reconexión.
Además, he empezado a enterarme de que su nueva pareja y él están atravesando un momento difícil. Discuten constantemente, y todo indica que su relación está en picada. No puedo evitar sentir que, por fin, justo cuando parecía que había perdido todo, tengo fe en que tanto el amarre de Mariela como Dios están poniendo a cada uno en su sitio.
La idea de que él podría volver a mi vida, especialmente ahora que hay tanta tensión en su nueva relación, me da fuerzas. Hay un resplandor de esperanza en mi interior que no había sentido en mucho tiempo. Estoy aprendiendo a ver la vida con otros ojos y comenzando a cuidar de mí y de mi futuro, por mi hijo y por mí.
Sé que la vida es incierta, pero ahora llevo conmigo un rayo de esperanza, una luz que me recuerda que, aunque el camino ha sido difícil, aún hay oportunidades de amor y de felicidad. Con Mariela a mi lado, siento que no estoy sola en este proceso y que, por fin, estoy lista para enfrentar lo que venga.
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