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Un plato con agua y un poco de vinagre debajo de la cama, dicen, captura los sueños inquietos y las energías turbias.
La combinación de hierbas secas, como la ruda, el romero y la lavanda, en pequeños saquitos, se cuelga en armarios para alejar la negatividad.
La herradura en la entrada, con su forma de media luna, es un símbolo de protección que evoca las fuerzas de la naturaleza y lo sagrado.
El perfume del incienso de sándalo envuelve la casa y la llena de calidez, siendo una herramienta ancestral para calmar la mente y alejar lo oscuro.
El agua bendita, con su carga sagrada, se rocía por los umbrales y las ventanas, creando un escudo invisible que repele lo oscuro.
Las ramas de ruda en un jarrón son símbolos de protección, que alejan las malas energías y refuerzan la paz en el entorno familiar.
Colocar una herradura con las puntas hacia arriba en la entrada es un gesto que asegura que las bendiciones no se escapen del hogar.
Las cintas rojas atadas en el dintel de la puerta alejan la envidia, mientras las ristras de ajo velan para que solo lo bueno entre.
La ristra de ajo, un amuleto humilde pero efectivo, destierra los temores de tiempos remotos, guardando la casa de cualquier mala sombra.
Durante el pasaje de año, encender una vela blanca es un llamado a la paz y a la armonía, un ritual que purifica el espacio y el espíritu.
El ajo, en ristras colgando cerca de la despensa, no solo guarda la comida, sino que la protege de lo que no se ve, de lo que se susurra.
El cuarzo transparente y la amatista reposan en los rincones, guardianes de la armonía y el equilibrio en cada espacio.
El ajo, en ristras trenzadas, cuelga como un escudo silencioso, protegiendo los espacios donde las risas y la vida diaria se entrelazan.
Sí, una herradura colgada en la puerta es una opción excelente. Con las puntas hacia arriba, actúa como un receptor de buena suerte y protección.
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