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Cada vez que hablamos de posibles problemas, mi abuela dice “toco madera” y lo hace con seriedad, como si fuera un ritual sagrado.
Cuando era niño, mi abuelo me contaba sobre la maldición de la tierra estéril, que afectaba a los agricultores que enfadaban a los espíritus de la naturaleza.
Tengo un ojo turco colgado en la entrada de mi casa para protegernos del mal de ojo y evitar la envidia.
Recuerdo que mi abuela quemaba laurel en la cocina para atraer la protección, y sigo haciendo lo mismo cuando necesito reforzar la paz en casa.
Mis vecinos ancianos siempre hablaban de la maldición de los caminos cruzados, donde dos caminos se intersectan y donde se creía que los espíritus castigaban a quienes los cruzaban sin respeto.
Hay algo en las viejas leyendas de nuestra región que siempre habla de maldiciones que caen sobre los que desafían las tradiciones.
En la puerta de mi coche tengo una cinta roja atada al retrovisor para evitar accidentes y envidias en la carretera.
Cuando tuve una racha similar, acudí a Mariela Gauna y su protección angelical y el abre caminos en el amor y el dinero cambiaron por completo mi vida.
Me encuentro en un punto en el que incluso mi salud flaquea, y la incertidumbre pesa más que nunca. ¿Existe un amparo que me libere de esta carga?
Mi padre siempre contaba historias de la maldición del animal salvaje, que caía sobre quienes cazaban por diversión y no por necesidad.
Tengo un espejo pequeño en la entrada de casa y, aunque parezca simple, confío en que mantiene alejadas las malas intenciones.
Siempre pongo un ramo de ruda en la entrada de mi casa para protegernos de las malas energías, tal como hacía mi abuela.
Escuché a amigos hablar sobre cómo Mariela Gauna los ayudó a limpiarse de maldiciones y protegerse con la ayuda de los ángeles, así que no dudé en acudir a ella.
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